miércoles, 23 de septiembre de 2009

Monotemático marrano

Glotón y perezoso, monotemático marrano listo para el matadero. Ernesto es un pobre fracasado. Aunque su mejor recuerdo le haya hecho trascender más allá de la zahúrda, le suprime la vileza con que a diario respira en este chiquero metrópoli.
Cebado frente al televisor. Embrutecido por el alcohol. Ernesto es un remedo de animal. Al menos las bestias salvajes tienen la garantía de libertad. ¿Qué hacer cuando la domesticación es asumida? Sólo queda entones esperar el síncope definitivo. Como los pollos, los cerdos o las reses que van diario al matadero.
La rutina es motor de su miserable vida. En nada distinta a la del vecino o la piara colectiva en la ciudad. Respirar, despertar, comer, defecar, , comer, defecar, coger, dormir. Levantarse, respirar, defecar, comer, defecar, coger, dormir…
Empleado modelo de una voraz compañía, Ernesto ejerce de capataz preciso. Nada escapa a su escrutadora percepción de hiena obnubilada por el poder. La avaricia se refleja violenta en su piel. Huele a carnes pasadas.
Su fortaleza está en el fracaso del resto. ¿Cómo no hacer de los parias materia dispuesta para todo? Lo que le hace grande a Ernesto es la debacle más pronunciada de los otros y su debilidad. Aunque a final de cuentas todos se pudran igual.
La diferencia es sencilla, todo estriba en ser brutal, según le enseñó su padre, un militar enloquecido, o su jefe inmediato, un economista avaro dispuesto a devorar hasta su madre con tal de no perder un céntimo.
Una mirada vacuna lo inoculó de pronto. Esos ojos bovinos de Violeta, una recepcionista tan común como una Bos taurus. Y el deseo de poseer esa carne lerda, se fue haciendo cada vez más incontrolable. Vaca-Violeta-violenta lo seduce de la manera más eficiente: abriendo las piernas sin reserva.
Ernesto perdió hasta el control de sus esfínteres. Primero por la desesperación con que poseyó a esa mujer, luego por el envilecimiento al que se sometió para hacer de la posesión un permanente placer violento. Agotados los recursos básicos de una mente promedio, vino el tedio para instalarse plácidamente como un artículo más del decorado mental de Ernesto.
(texto base para Chiquero Metropoli)